El mundo de nuestras tatarabuelas, el de pisar la tierra para estar conectadas con una realidad determinada por lo natural, se cambió por las ciudades de nuestras abuelas, la de pisar el asfalto para estar conectadas con una realidad marcada por lo social.
Hoy nada de eso nos sirve, levitamos huyendo de lo tangible mientras miramos pantallas para estar conectadas con una realidad virtual… hasta que la nube colapse y nos devuelva a una tierra esquilmada que no sabremos pisar.

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