Viñeta publicada en el blog
Cocinas y cuartitos reservaos: hacia una economía transformadora politeísta
“En cuartitos reservaos
comen ladrones enchaquetaos.
Las cocinas de nuestras madres
tienen puertas por todos laos.”
La economía del revés
Según el discurso oficial, la economía es la ciencia que aborda la gestión de los recursos escasos susceptibles de usos alternativos. ¿Para qué? Para satisfacer las necesidades de las personas. Sin embargo, la actual economía del revés -que se estudia en institutos, universidades y demás centros de formación o queda reflejada en los medios de comunicación- no tiene ese objetivo. Su finalidad es la acumulación de capital, la generación de beneficios empresariales. Se confunde economía u organización económica de una sociedad con simples técnicas empresariales o con “el arte” de adquirir y acumular riquezas. Esta economía del revés pone a las personas al servicio del capital. Es la economía lógica del “mundo del revés” del que escribió Eduardo Galeano en Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Ese mundo que “premia al revés: desprecia la honestidad, castiga el trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo. Sus maestros calumnian a la naturaleza: la injusticia, dicen, es ley natural.”
Podemos aproximarnos a la economía capitalista entendiéndola como la “crematística” aristotélica o lo que Karl Polanyi denominó “economía formal”. Para Aristóteles la crematística “se mueve sobre todo en torno a la moneda y su función es la capacidad de observar de dónde puede obtenerse una cantidad de dinero”. La economía formal de Polanyi, heredera de la crematística aristotélica, reduce la economía a elecciones individuales en mercados competitivos, guiadas por la maximización de los beneficios empresariales y del consumo.
La economía capitalista es la historia de cómo el capital, históricamente en poder de un número muy reducido de personas, ha logrado su soberanía, imperio o dominación a costa de la inmensa mayoría de la población. A día de hoy, en esta forma de organizar la economía, para que una persona pueda vivir, un empresario debe demandar su fuerza de trabajo; para que un territorio reciba inversiones, las empresas deben entender que se van a ver favorecidas para acumular el máximo capital posible; el valor de las cosas no lo marcan las necesidades de las personas, sino el poder de compra de las mismas; la Naturaleza, como casi todo, se convierte en una mercancía propiedad privada y exclusiva de alguien.
Por tanto, la economía capitalista ha logrado que su agente hegemónico, el capital, tenga la capacidad de dar el derecho a la existencia. De este modo, el resto de agentes, en especial la vida humana y natural, quedan subordinados a sus objetivos; la soberanía y la autonomía del capital impiden la emancipación, la libertad, la soberanía o la autonomía de las personas, colectivos u otros agentes.
Dejar de “poder muy poco”
Aristóteles entendía por “oikonomia” a las normas de administración de la casa, que procura “aquellas cosas cuya provisión es indispensable para la vida y útil a la comunidad”. En este sentido, para Karl Polanyi la “economía sustantiva” era todo proceso social, todos los vínculos que genera la gente en sus quehaceres cotidianos, orientados a atender necesidades humanas, a proveer lo necesario para la vida.
Para intentar volver a poner del derecho a la economía del revés, hoy día se habla con profusión de “economía social”, valga la redundancia. Y es que, aunque es reiterativo emplear el adjetivo social tras el sustantivo economía, la economía capitalista ha llevado a esta sociedad a tal situación que provoca estas situaciones que se acercan a lo absurdo.
La economía adjetivada como social es aquella que prioriza la satisfacción de las necesidades de las personas por encima del lucro, de los beneficios, de la acumulación de capital. Por eso, la economía social se aproxima bastante a la oikonomia aristotélica, economía sustantiva o simplemente economía, a secas (antes de volverse del revés).
Para Marina Garcés, “el hecho decisivo de nuestro tiempo es que, en conjunto, sabemos mucho y que, a la vez, podemos muy poco.” Para dejar de “poder muy poco”, necesitamos dar la vuelta a la economía del revés, es necesario que la gente, independientemente de la cantidad de capital que posee, tome las riendas de sus decisiones. Es preciso que las personas puedan decidir sobre los asuntos que les incumbe (a algo parecido se le denominaba Democracia). Superar la economía capitalista significa activar procesos para construir y ejercer soberanía, “entendida como capacidad de cubrir las necesidades materiales y espirituales fundamentales para el desarrollo humano, al margen del circuito de valoración del capital”. Mientras mayor sea la soberanía económica de un territorio, mayor será la capacidad para resolver sus problemas económicos. José Luis Coraggio, referente de la economía social latinoamericana, destaca que la economía social pretende “ganar autonomía respecto a la dirección del capital”.
Aclarando para transformar
El objetivo esencial de la economía capitalista es la ganancia o acumulación privada de beneficios/capital, funciona en beneficio de una minoría cada vez más pequeña que controla las formas predominantes de hacer dinero. Por su parte, el objetivo general de las economías transformadoras es mantener y enriquecer la vida. Mientras que la primera satisface las necesidades de las personas con dinero y obedece al poder que emana de la acumulación de capital, las segundas aspiran a satisfacer las necesidades de todas las personas, con o sin dinero, con o sin poder y capital; de las mayorías que quedan cada vez en porcentajes crecientes excluidas.
Es muy relevante tener en cuenta el modo de uso, gestión y apropiación de los agentes económicos básicos, es decir, el modo en que se considera desde los mecanismos económicos a las personas, la naturaleza y el dinero. La economía capitalista convirtió a esos tres agentes en “mercancías ficticias” (Karl Polanyi) o “recursos” o “capitales” (humanos, naturales, financieros), transformando elementos no producidos por el ser humano en algo que se podía comprar y vender en mercados. Un elemento clave de las economías transformadoras consiste en desmercantilizar, tanto estos agentes como cualquier otro básico para la vida.
Por otro lado, el modo de entender instituciones socioeconómicas básicas como el trabajo, valor y propiedad determinan la economía en la que se vive. Así, la economía capitalista tiene su base en el trabajo asalariado dependiente, el valor de cambio y la propiedad privada. Sin embargo, las economías transformadoras construyen alternativas para ampliar la consideración de trabajo, para destacar el valor uso –sobre el valor de cambio- y explorar formas de propiedad alejadas de la privada.
Para velar por sus intereses, la economía capitalista ha requerido y requiere de la existencia de un Estado u organización institucional que esté al servicio de las personas con capital. Las economías transformadoras, por el contrario, deberán redefinir las funciones del Estado –o de cualquier otra forma de organización social- para situar en el centro de interés a toda la población, independientemente del dinero que tenga.
Hacia una economía transformadora politeísta
Las anteriores variables o elementos propician unas determinadas lógicas. La economía capitalista funciona bajo la lógica del valor de cambio o monetario -el dinero como medida de todas las cosas- y la acumulación de capital, de riqueza y de poder. Es decir, la lógica del lucro: transformar el dinero en más dinero que, a su vez, requiere de una expansión permanente. Este modo de funcionar supone un conflicto entre acumulación de capital y sostenibilidad de la vida. Esta lógica se sustenta fundamentalmente en explotaciones diversas: trabajo asalariado, mujer, naturaleza y territorios colonizados.
El patriarcado comporta una forma de dominación y explotación de la mujer, a la que se le encomiendan los trabajos de cuidados materiales, emocionales o afectivos, fuera de la esfera mercantil, esenciales para el funcionamiento del sistema. En palabras de Jule Goikoetxea, se ha privatizado, alienado y desposeído el cuerpo de las mujeres, de las propias mujeres y de su producto (humanos, fuerza de trabajo) así como del valor y las ganancias que produce. Y, sin embargo, como dice Gruñido GRRR, “en economía sustantiva, ellas son las que comparten el bacalao”.
Avanzando en la reivindicación de la diversidad, seguimos el pensamiento de Jule Goikoetxea. Para esta autora estamos en un sistema cada vez más necroliberal, racista y misógino. “La normalidad democrática” del norte global siempre se ha basado en la explotación y silenciamiento de voces y cuerpos subalternos, así es como se construye la normalidad, en este caso, liberal: naturalizando y legitimando la dominación, sea la explotación, la opresión, la violencia estructural, la humillación o la desposesión.
De este modo, podemos considerar una economía transformadora, feminista y anticolonial como aquella que demanda la desaparición de cuerpos explotados, que son explotados mediante su marcado material como cuerpos sexualizados/generizados (mujeres), racializados (no-blancos) y mercantilizados. Una economía que sirva para la lucha “politeísta” en varios ejes. Uno, el eje patriarcal (que crea la clase social hombre-mujer), que tenga en cuenta que los cuerpos se sexualizan o racializan materialmente para poder explotarlos y dominarlos de manera continuada y estructurada. Por otro lado, el eje capitalista (clase social capitalista-obrero), que antes interpelaba solo a los sujetos trabajadores asalariados en el sentido tradicional de obrero, es decir, cuerpos mercantilizados (por tanto, no a todos los sujetos trabajadores). La economía transformadora debe tener una lectura no androcéntrica de la producción y el trabajo, e incluir a aquellas trabajadoras no mercantilizadas. En tercer lugar, tenemos el eje colonial que interpela sobre todo a los cuerpos y comunidades colonizadas (como individuo o como país).
Se trata de abandonar la economía crítica de contradicción única y de su sujeto único correspondiente. Los nuevos sujetos políticos no solo son diversos (siempre lo han sido), sino que reivindican la diversidad y el politeísmo como fundamento del movimiento transformador-revolucionario en general, y de la economía transformadora en particular. Quizás, así podemos hablar de una economía transformadora politeísta como aquella que afirma y enfrenta a la multiplicidad de estructuras económicas de dominación.
Fuentes
- Aristóteles (2007): “Política”, Colección Clásicos de Grecia y Roma, Madrid, Alianza Editorial (texto original del siglo IV a.c.). Libro I, capítulo VIII; 59-62.
- Carrasco, C. (2017): “La economía feminista. Un recorrido a través del concepto de reproducción”. Ekonomiaz Nº 91.
- Coraggio, J.L. (org.) (2009): “¿Qué es lo económico? Materiales para un debate necesario contra el fatalismo”, Buenos Aires, Ciccus.
- Goikoetxea, Jule y Noguera, A. (2021) “Estallidos. Revuelta, clase, identidad y cambio político”. Ed. Bellaterra. Resumen- lectura en https://esparragosytagarninas.wordpress.com/2022/08/09/el-silo-11-una-introduccion-al-neomaterialismo-politeista/
- Soler Montiel, M., Delgado Cabeza, M. (2018): “Rearticular la economía desde los territorios: hacia una economía de los vínculos para el cuidado de la vida.” En Jorge Riechmann, Alberto Matarán Ruiz y Oscar Carpintero Redondo (coords.) (2018): “Para evitar la barbarie. Trayectorias de transición ecosocial y de colapso”. Universidad de Granada.
- Varios autores (2018): “Soberanías. Una propuesta contra el Capitalismo”. Zambra y Baladre.
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